viernes, 18 de febrero de 2011

El viajar es un placer

Hoy llueve, llovizna mejor dicho, y es el penúltimo viernes de febrero. El día invita, inspira para escribir. Estreno mi notebook para eso. De mi compu de escritorio, sale el sonido de Enya (casualmente el CD "Spring Rain"). El título de este post está inspirado en la canción de Pipo Pescador "El auto de papá", que según me enteré googleando también cantaban los payasos españoles Gaby, Fofó y Miliky. La primera frase de esa lejana canción infantil dice "El viajar es un placer..." Creo que es muy cierto. En octubre del año pasado tuve la suerte de irme unos días a Estados Unidos: Boston, New York y Washington, más precisamente. Es fascinante salir un sábado por la tarde rumbo a Ezeiza y aterrizar un domingo tranquilo en una ciudad elegante y desconocida para mí como Boston. Hay mucho cansancio, hay que adaptarse pero vale la pena realmente. De Boston recuerdo el Quincy Market, recuerdo que es el lugar donde se gestó todo, donde los ciudadanos se negaron a pagar impuestos al té dando origen al Tea Party. Una ciudad verdaderamente fundacional para la historia del país. No tiene que ver pero se me vienen otras pinceladas a la cabeza: hay un importante barrio chino y muchos locales de Starbucks. Otra sensación maravillosa fue llegar en tren a New York, menos caótico y más tranquilo que hacerlo en avión. Sé que parece tonto pero en este post habrá cuestiones que pueden parecer irrelevantes: sensaciones, huellas que quedaron en mi recuerdo. Para el relato más oficial del viaje (el día a día, las visitas a los museos) escribí mi diario. En el taxi de la estación ferroviaria al Hotel, iba mirando la ciudad (para mí algo así como la capital del mundo) y canturreaba internamente: "I´m gonna wake up in a city that doesn´t sleep..." El Moma y la quinta avenida, dos emblemas. Comer en Friday´s, algo que había que hacer pero no precisamente nada tan fantástico para mi paladar. De hecho creo que comer sanamente, no es nada fácil en EEUU. Me parecieron inolvidables los potentísimos cartelones publicitarios de neón que iluminan la noche, casi crean un día en la noche. El Empire State me permitió ver una maravillosa postal diurna de NY. Otro alto edificio sobre el Rockefeller Center (con su típica pista de patinaje sobre hielo) me dejó espiar cómo era NY de noche. El segundo tren de Amtrak fue con destino a Washington DC, una ciudad distinguida. Una ciudad capital (política y geográficamente hablando) por la importancia de los edificios federales que alberga (FBI, Departamento de Estado) y también los organismos multilaterales como el Banco Mundial y el FMI. A mi me interesó también visitar el Watergate. Una mención aparte merecen los parques y los maravillosos museos de arte y de ciencia del Smithsonian. También me gustó visitar la George Washington University (y por qué no decirlo su Starbucks). Es que uno se siente muy familiarizado con esas cafeterías. Recuerdo que una vez en la caja me regalaron una banana, algo así como un regalo de la casa. Cobran el café y las bagels pero no la fruta cuando la regalan ocasionalmente. Yo acepté gustosa pues estaba ávida de comer frutas. Un domingo embarqué en Washington y al lunes siguiente aterricé en Buenos Aires. El martes de esa misma semana, fui a hacer una caminata de reconocimiento por los bosques de Palermo, después pasé por un deli de la zona, que siempre frecuento. Me pareció que los paisajes y los negocios eran bastante similares. Sentí menos el contraste que cuando volví de otros viajes. Es cierto que todo está globalizado. De hecho vivo muy cerca de dos tiendas Starbucks. En conclusión, mi viaje fue una experiencia muy recomendable. En cierto punto te aleja de una rutina monótona, te saca de eje y, definitivamente, te abre y te cambia la perspectiva.

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